Hice 350km, todos juntos, para volver al Friuli y llegar a tiempo al carnaval resiano. Apenas estaciono la casa rodante en Spilimbergo Andrea del Favero (ver: Música Friulana) pasa a buscarme para ir de prisa hasta Resia. En poco tiempo dejamos atrás el “Friuli italiano” y, de repente, fascinados por el paisaje, entramos en el valle resiano, que parece estar miles de kilómetros de casa.
Llegamos a San Giorgio di Resia y aparecen de todas partes unos raros muñecos de colores en diferentes posiciones. Dos de ellos “se aman” en frente de la iglesia del pueblo (ver: secion fotos). Son los babaz, protagonistas del carnaval resiano: uno de ellos en pocas horas terminará en el fuego, maltratado, pegado e insultado por la rabia del pueblo.
Todo alrededor hay un silencio total, nadie camina por la calle, no hay ninguna señal de fiesta; abrimos las puertas de la única hostería en los alrededores y nos inunda una ola de gritos y palabras incomprensibles que rompen con decisión el silencio y la paz. Andrea me indica con la mirada y me dice: “empezamos”. En el fondo, unos instrumentos de cuerda tocan al ritmo de pies que golpean en la tierra. Es la típica música resiana tocada con un violín que se llama cïtira, con cuerdas tiradas hasta los límites de la paciencia; un bajo que se llama Bünkula, parecido a un violonchelo, con dos cuerdas metálicas y una en fibra animal; el tercer instrumento son los pies, cuyos golpes acompañan toda la música. Los músicos de cïtira los usan alternando el pie izquierdo para la parte aguda de la pieza, y el derecho para la parte baja. La Bünkula se toca a cuerdas vacías y la mano izquierda se utiliza para dar vuelta el instrumento, de manera tal de hacer combinar las cuerdas con el arco; una música loca y hermosa.
Es hipnótica, apremiante, frenética, aparentemente siempre igual, pero escuchándola mejor uno se da cuenta que la melodía de cada pieza, que juega con un esquema de solo dos acordes, es diferente. Y los músicos que la aprendieron de memoria la saben distinguir con nombres bien precisos. El hecho de que no se haya escrito o que de todas formas se transmita a memoria, hace que esta música esté en continua evolución y que se invente siempre algo nuevo.
Algunas transcripciones del 1800 y algunas grabaciones de los años ’50 y ’60 son completamente diferentes de lo que se escucha el día de hoy: una señal clara de que en Resia la tradición es ahora! El baile, por lo contrario, es siempre idéntico, simple y mínimo y la pareja nunca se toca, a demostración de que se trata de un baile muy antiguo.
El carnaval resiano termina hoy, miércoles de cenizas, después de un periodo de fiesta que empezó muchos días antes, viviendo un domingo lleno de desfiles de las lipe bile maškire (lindas máscaras blancas) y las locuras del martes, último día de carnaval. Mañana, el comienzo de cuaresma marcará el final de las juergas y de la música.
Me siento en una mesa con dos viejos que toman vino y que hablan en resiano entre ellos, un dialecto de raíz eslovena que es totalmente incomprensible para mí. Me dicen que una vez el carnaval era una gran fiesta a la que se dedicaba mucho tiempo: “cuando Resia todavía tenía 4000 habitantes se hacía ruido de verdad. Ahora que hay a mala pena 1000 personas y los jóvenes se van para buscar trabajo, el carnaval perdió su energía”. Uno de ellos me dice que llegué tarde; yo de todas formas estoy satisfecho, porque por lo que veo, mirando los jóvenes que tocan y bailan y la energía que hay, digo que podemos conformarnos muy bien.
Ya es casi de noche y algunos gritos llaman la atención. El babaz, sentado en el inodoro como trofeo en la extremidad del cuarto es arrastrado afuera y pegado por el pueblo. Así empieza la procesión que lo llevará hasta el centro de la plaza para quemarlo. Un desfile de músicos y máscaras de todo tipo, sin ninguna lógica y hechas con trapos y accesorios juntados uno con el otro, acompañan los gritos por las calles del pueblo, llenas de gente que quiere prender el fuego. El ritual prevé una especie de funeral al pobre babaz predestinado, que ahora parece mostrar detrás de su cara de paja, un alma en pena que lo único que puede hacer es sonreír. El pueblo resiano se reúne todo a su alrededor, susurran palabras para los pocos íntimos cerca del patíbulo, luego las llaman se levantan al cielo. El pueblo festeja triunfante y empieza a bailar.
Los pocos extranjeros de aquella noche estaban alrededor del fuego, tratando de descifrar los códigos amenos de este carnaval. Nada que ver con el sofisticado carnaval de Venecia o de Bagolino (Ver post: las dos almas del carnaval bagosso): este es el carnaval del pueblo que se manifiesta con toda su alma terriblemente espontánea y sin medios términos. Si uno logra meterse adentro y abandonarse a él, la diversión está asegurada y el pueblo resiano, aparentemente cerrado y aislado, está dispuesto a hacer participar a todos de su cultura. Yo creo que es justamente su cerrazón durante siglos que hace el carácter resiano tan espontáneo. Al resiano no le importa la presencia del turista. Pero si está, bienvenido sea.
Gigino di Biasio (ver video) es el dueño de la hostería “Alla speranza”, en la que me encuentro. Él y su hostería son el fulcro del carnaval resiano. Me cuenta que se había ido de su tierra, pero luego volvió “por razones de sangre”: dicen en el pueblo que si no estuviera él, el carnaval y la cultura resiana en general ya se habrían perdido. Gracias a algunos días pasados con Gigino pude entender los aspectos peculiares y las problemáticas emergentes de esta comunidad. Me cuenta que no se corren muchos riesgos en la conservación de la música y del baile, porque los jóvenes aman esta tendencia y se identifican con ella. De hecho, creo que la música resiana es muy juvenil gracias a su “martillazo” continuo y esquemático que crea atención y a la larga una especie de “trance” (como la pizzica en el sur de Italia). Lo que parece estar más en riesgo es el idioma que, como dice Gigino, “es parte determinante de las tres peculiaridades de la minoría resiana: el idioma, la música y el baile”.
Traduccion: Sabrina Espeleta
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Agradecimientos: Gigino di Biasio (filmato), Andrea del Favero, Giulio Venier, Marisa Scuntaro.